sábado, 20 de septiembre de 2008

Sobre una forma de la Amistad

Para que nos una la imaginación



Lo cierto es que no soy escritor, - ¿alguien lo ha supuesto en algún momento? – aunque siento ocasionalmente que me une la amistad con este oficio. Podría afirmar que eso me basta, lo que me justifica en realidad es esta palabra, que se llama y se escribe, palabra. A pesar de esa inclinación por lo demás humilde, yo deseo más, puede ser mi condición de fin de siglo, pero respondo más a la vanidad que a la resignación.

La amistad es la condición de un afecto y de una rutina, como la lectura, hay allí una empatía. Igual que aquella vez de 2008 en que auscultaba a Georgie Borges quien me hablaba de las sombras, cuando depronto le encontré un evangelio donde sentenciaba de forma hebrea, así como Moisés que soñaba con mirtos ardientes y Georgie con panteras destellantes, me dijo: felices los que guardan en la memoria palabras de Virgilio o de Cristo, porque éstas darán luz a sus días. En ese momento recordé a Víctor Hugo quien citó al romano, solo rescaté de mi memoria estas palabras inconexas en Latín: …Per amica silentia lunae… …Data fata secutus…

Luego de eso fui feliz, porque comprobé que no sostenía un volumen de pasta dura, hojas apasteladas y letras en castellano, sino un símbolo, un cuerpo y una lengua que para mi solipsismo, mi desconexión con otros que son mis yo, significó que me unía al menos con cuatro hombres en lugares y tiempos remotos; ellos y yo compartimos ese arte que es la lectura. Durante un instante que se extendió desde el ulterior 2008 hasta el siglo XVIII A.C. cuando Virgilio escribió en la Eneida estas palabras que ahora sin derecho traduzco y asocio: Con el silencio cómplice de la luna he seguido mi destino. Es imposible determinar esa fracción de tiempo, lo constatable para mí es que allí surgió una amistad.

No dudo que hay grandeza y dignidad en la amistad con mujeres, hombres, bestias y animales, también que a final de cuentas es de las virtudes más importantes, pero curiosamente con los libros, ese don, la amistad se torna en una íntima familiaridad. Creo como Borges que la humanidad olvida que lleva consigo otra extensión en su cuerpo cuyo órgano es el libro que sirve para una de las más hermosas formas de amistad: la imaginación.



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Posdata al envío: el texto que acabas de leer es para todo el mundo.





Luis Carlos Bermeo Gamboa
La Playita, Septiembre 20 de 2008

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